Es verano en el ecosistema dunar de Marbella. Centenares de azucenas comienzan a salpicar la arena dunar con sus blancos pétalos ofreciendo una espectacular imagen de ensueño. ¡Flores en la arena! ¡Qué maravilla!
Sin embargo, en este verano de 2022 nuestras dunas, las amadas dunas de un amigo… están llorando. Lloran porque su ángel protector se ha ido. Se ha marchado Fernando. Sí, esa figura siempre en segundo plano que esperaba paciente, observaba desde el coche y se llenaba de alegría viendo como Susane, su inseparable, revolucionaba el escenario donde se iba a realizar alguna actividad para así, mostrar y poder entender este emblemático ecosistema.
Entre gritos y sudor, comenzaba la jornada en Produnas. Mírala, allí va Susane preguntado entre el barullo de niños ¿has traído las herramientas? ¿dónde están los técnicos? Nora, prepárate que ahora hay que hacer la foto de grupo. ¿Y las bolsas de plástico? ¡Esas no! ¡Las grandes! Pero venga ¡moveos!
Fernando Villarroel, valenciano afincadísimo y enamoradísimo de Marbella dio vida al sueño de proteger un ecosistema engullido literalmente por ansia del ladrillo, las vistas privadas al mar y los chiringuitos de playa con dudosa legalidad. No importa. Produnas será la guardiana, estudiará y conocerá todos sus rincones, y después se lo mostrará a Marbella y al resto del mundo.
Y así, Fernando y Susane fueron alimentando con ilusión, lágrimas y sudor, esa criatura que crecería y se convertiría en el Monumento Natural de las Dunas de Artola. Y tras eso, consiguieron atesorar en una guía, todos los escenarios, tramos de paseo, especies vegetales y animales, en un libro de bolsillo que ha sido editado en 3 idiomas -y que tuve el honor de dejar un granito de arena de colaboración y de lo cual, me siento contenta.
Fernando era un hombre profundo, sereno, de pocas palabras y de un corazón tan inmenso y noble, que no era necesario hablar demasiado para admirarle. Un hombre que no necesitaba hablar, su buen hacer habla por él y a gritos.
Su educación y sus exquisitos modales «a la antigua», me llamaron mucho la atención cuando le conocí, durante mi primera entrevista con Produnas en la cafetería del hotel Los Monteros, centro de reuniones de la asociación. Yo no podía dejar de admirarle, porque siempre me he sentido irresistiblemente atraída por las mentes sensibles, reflexivas, soñadoras, sabias y humildes. Y durante todo el tiempo en el que tuve el place de trabajar en una oficina «de arena», disfruté mucho como bióloga y como persona.
Sí, había pequeños temporales de verano entre «su gran amada» y una servidora, pero qué sería la pasión sin las riñas y las ganas de querer hacer las cosa como uno cree que están bien. Porque al fin y al cabo, es el que hace, el que se equivoca. Y al final, eso es lo que cuenta.
Y desde este pequeño espacio que me han cedido mis amigos de Marbella Activa, quiero dejar claro que no importa cuántas críticas hayan intentado oscurecer la obra de Produnas, es decir, la obra de Fernando y Susane. Pocos pueden presumir de haber conseguido, si no salvar de todos los peligros a este ecosistema dunar, sí dejar una marca imborrable que nos recuerda, mientras paseamos por esos corredores de madera, que paseamos por un Monumento Natural. Nada más y nada menos que un legado de vida sobre la arena. Diverso, rico, complejo. Marbellí.
Fernando, tu obra y tu sueño están vivas en Artola. Las azucenas que florecerán durante todo este verano, lo harán por ti y para ti.
Susane, vuestro amor es eterno. Sé que sufres su ausencia en cada segundo. Pero las dunas te necesitan. No olvides que Fernando sigue observando desde algún lugar. Has de continuar cuidando de vuestro y nuestro tesoro.
Y ojalá, y de una vez por todas, nos dejemos de cinismos y abramos los ojos. El legado de Fernando no necesita «menciones» de políticos. Necesita acciones.
Es deseo de este romántico amante de las dunas, que se protejan y que se protejan de verdad. No con palabras ni intenciones, sino con hechos.
Solo así, dejaremos de ver esas lágrimas en la arena y veremos una sonrisa.
Veremos la sonrisa reflejada de su fiel ángel guardián, Fernando, que como siempre, está allí, a lo lejos, observando.
Fernando, las dunas y yo, también te echamos de menos.
Nora Cámara.
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