Desde que Masdar (en Arabia Saudí) y Songdo (Corea del Sur) se consideran el paradigma de las Smart Cities esto se ha convertido una loca carrera hacia la inteligencia urbana, una carrera de fondo en la que no nos han explicado claramente dónde está la meta, qué distancia vamos a recorrer, ni cuál es el premio. Corremos a ciegas, sin apenas haber entrenado, ni siquiera unos estiramientos antes del pistoletazo de salida. Incluso se han sumado ciudades sin apenas fondos para servicios sociales de calidad, sin presupuesto para mantenimiento de infraestructuras esenciales.
¿Se ha preguntado a los ciudadanos si quieren vivir en una smart city? ¿queremos gastar nuestros impuestos y hasta endeudarnos para tener una ciudad inteligente?, ¿nos toman por tontos y por eso que no nos informan? Quizá preferimos los ciudadanos mirar para otro lado, actitud cómoda e indolente donde las haya, que ahorra exigir responsabilidades al político y que añade ese plus de placer final, ese chulesco chasquido de lengua del visionario de cola de supermercado: “lo sabía, siempre lo dije, esto no funcionaría”.
¿Queremos una ciudad humana o una ciudad tecnologizada?, ¿nos gusta nuestra ciudad imperfecta, tal y como es, o preferimos una ciudad perfecta, y que nos controla? ¿una ciudad dirigida por sus habitantes, diversos y espontáneos, o una ciudad digitalizada y gobernada por Microsoft, IBM o Cisco?.
Sal de dudas leyendo este interesantísimo artículo de un experto en sociología y urbanismo Evgeny Morozov publicado en El País. Y buena suerte en la carrera.
José María Sánchez Alfonso
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