Los espacios de transición son aquellos lugares que si están hechos como deben y, sobre todo, con gusto, nos permiten traspasar espacios y conceptos diferentes en la ciudad sin que apenas nuestra percepción se percate de ello: de lo urbano a lo rural, de lo antiguo a lo moderno, de lo urbano a lo marítimo, de lo público a lo privado, de lo construido a lo no construido, del equipamiento a la vivienda, de zonas industriales a urbanas, de la circulación rodada a lo peatonal. Ordenan la ciudad con elementos de continuidad eliminando el impacto negativo que tiene su ausencia en determinados espacios.
Son soluciones que nos podemos encontrar en muchos lugares abordadas de forma magistral como es el caso de Barcelona donde saben fusionar muy bien lo moderno con lo antiguo o Málaga integrando con éxito su zona portuaria a la ciudad por citar un lugar cercano. Por supuesto hay ejemplos de lo contrario.
Los espacios urbanos significan a una ciudad pero son los espacios de transición que existen en ellos como los pequeños detalles que los hacen grandes y añaden calidad a la ciudad y a su urbanismo.
Para hacerlo más entendible que mejor que citar ejemplos de nuestra ciudad donde estos espacios de transición se han ejecutado bien y otros donde no se han ejecutado y en lugar de continuidad se convierten en espacios residuales.
Ni Puerto Rico Bajo ni la entrada a los Monjes por ponerlos de ejemplo son espacios adecuados de transición de lo urbano a rural. Todo lo contrario, en los Monjes existe un choque abrupto que nos lleva a este maravilloso espacio natural de nuestra Sierra Blanca por una entrada que no está nada a la altura de lo que se debería por su importancia y por su esfuerzo actual en la señalización de sus senderos. El efecto es claro, en lugar de invitarte a entrar produce un cierto rechazo. Algo parecido ocurre con Puerto Rico Bajo o la Cascada de Puente Palo donde además el poco civismo de unos pocos nos afea aún más estos lugares maravillosos cargados de historia para los marbelleros. Una ciudad turística que se precie, como la nuestra, debe cuidar estos accesos a los visitantes y a los ciudadanos que quieran disfrutar de su naturaleza, ya que en definitiva son parte de nuestros recursos turísticos.
A favor podemos hablar del paseo marítimo de Albero, un espacio de transición entre lo urbano y lo marítimo que ha sabido darle continuidad haciendo de él un lugar de convivencia asiduo para sus habitantes que lo disfrutan de forma diaria y confirman la bondad de lo hecho correctamente, su uso y disfrute.
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